Plegaria
Señor guardián de mis pasos
impides caiga en mi red
mudos y sutiles abrazos
besos donde me pueda perder.
Tanta bondad para este pecador
errante por antojo y de corazón altivo
eres el magnánimo cazador
que a la presa cazada das alivio.
Bendito Señor guardador de caminos
custodio labrador de catedrales de luz
te alabo por tu tierno amor amigo
disolviendo la piedra que llevo por testuz.
Invitas al abandono y arrojarse en tu pecho
alba de bordes nocturnos
callada voz como dormir en el lecho
de plácidos amores profundos.
Durante el gran sueño
días venideros susurras
como fuego adherido al leño
calma las pupilas.
Me levanto de tus milagrosas manos
para hundirme en el mundo otra vez
reconociendo a tus hijos, mis hermanos,
tu rostro amante sin por qué.
No me prive yo de tu hálito
como planta de feroz inquina
pretensión de crecer sin el hábito
de agradecer al sol todos los días.
Hazme conocer la Tierra de mi sustento
aquella gloriosa patria donde moras
junto a los ángeles y tu Madre en contento
de ver al Hijo abrazar la muerte sin demora.
Rey de todos los siglos
anillos rutilantes iracundos
protégenos de tus designios
nacidos de tu celo rotundo.
No veas nuestras falsas adoraciones
el desprecio de tu Espíritu Santo
torna sobre nuestras oraciones
que si bien secretas te aman tanto.
Recibe nuestra piedra extraviada
en lo más oculto del pecho
su pálpito es palpable luz anclada
a tu anhelo insatisfecho.
Escrito por:
Andrés Hübner
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