LOS MOTIVOS DE LA BRUJA
La majestuosa e imponente reina aguardaba la entrada de la bella princesa, atravesaría la puerta que se encontraba frente a sus ojos. Sentía los pasos decididos y fuertes de la joven, a pesar de su apariencia delicada. ¡Sabía a lo que iba! ¿Cómo ignorarlo cuando el enorme poder que poseía le permitía ver el futuro? Era una bruja.
La puerta se abrió de golpe y la figura de la princesa hizo su aparición, empuñando con fuerza una espada en su mano derecha. La reina cogió un puñal, pero no con el fin de usarlo, sino para azuzar a la joven a la batalla. De antemano conocía el final del encuentro. Las historias eran tan predecibles que no tenía claro si su poder le otorgaba el don de adivinar, o si las existencias humanas eran tan similares que profetizaba el fin de cada una. En esta debía ganar la muchacha, a quien pertenecía el reino que hasta ese momento había gobernado con la máxima tiranía que su alma pérfida concibió.
Una sonrisa se dibujó en su rostro, producto de la certeza de que en la bella joven existía sed de venganza y ambición por recuperar su trono. Después de todo, en cada niña dormía la idea de reinar, fuera un pueblo o los corazones que la amaban. Esa, en particular, era la reina por derecho de nacimiento, mientras que ella solo era la malvada madrastra que la mantuvo prisionera para usurpar sus dominios.
La bruja aparentó un ataque hacia la princesa, quien le asestó un golpe de espada, atravesando su vientre con una herida letal, aunque de lento efecto. Sintió dolor y su semblante dejó atrás la irónica sonrisa para dar paso a un gesto de debilidad que provocó compasión en la noble princesa. Estaba en sus manos terminar con su vida, bastaba un movimiento de la espada, pero la joven retiró el arma, observando con piedad a la derrotada reina.
—¡Eres una bruja malvada! ¡Asesina a sangre fría, ser despreciable incapaz de amar! ¡Mataste a mi padre! ¡Debería odiarte!
—De hecho, me odias, bella princesa. Decirlo te haría parecida a mí, le temes a eso más que a mi poder.
La princesa le dirigió una mirada de desconcierto antes de girarse para dar la orden de retirada a sus guardias, quienes esperaban el momento de socorrer a su futura gobernante. Su participación no era necesaria, ella había vencido y la muerte no tardaría en llevarse a la bruja, junto con su reinado de esclavitud y odio.
La princesa hizo un gesto indicando a sus hombres que cerraran la imponente puerta, los dos mujeres se quedaron solas. Colocó su espada a un lado, a pesar de que la reina aún sostenía el puñal, pero supo que no atacaría.
La reina trastabilló. Por instinto, la joven tomó su brazo para ayudarla a sentarse en el sitial, una réplica exacta del trono real, pero ubicado en el cuarto lúgubre y siniestro donde la extraña bruja solía descansar la mayor parte del día. La mujer se apoyó en el respaldo intentando adoptar una posición imponente, pero permanecía inclinada debido a la herida. Miró a la joven directo a los ojos.
—¡Vamos, bella princesa! Debes hacer preguntas, antes de que vuelva al inframundo.
—¿Conoces la piedad, el amor, algún sentimiento que te haga un poco humana?
Los ojos de la joven revelaban rencor. La reina, por su parte, giró levemente sus pupilas, evocando recuerdos.
—Los conocí cuando fui humana, y solo una vez después de convertirme en lo que hasta hoy he sido.
—¿Fuiste humana?
La reina sonrió casi con ternura.
—¡Sí, bella niña! Amé, como aman todas las torpes mujeres.
La princesa no salía de su asombro. Apoyó la rodilla en el suelo y adoptó una posición cómoda, dispuesta a escuchar su historia. La reina le devolvió una mirada llena de dulzura.
—¡No quiero que, por revelarte la verdad, cargues con culpas al descubrir el desenlace de esta historia!
—¿Conoces la culpa, reina bonita? —Se percibía ironía en su voz, pues su mente comenzaba a despertar y recordar una brutal escena presenciada cuando era solo una pequeña niña.
—¡Sí! —dijo adivinando su pensamiento—. Solo aquel día sentí culpa, ¡un sentimiento humano que despertaste tú! Sabes que te permití vivir, ¿verdad? ¡Lo último que esperaba era que entraras en la habitación y vieras a tu padre muerto! ¡Recuerdo a la niña alegre que me recibió dulcemente en el palacio, tu ternura infantil estuvo a punto de volverme humana! Sin embargo, no vine aquí para amar, sino a vengarme y reinar. ¡Quería hacer pagar en carne viva todos mis dolores!
La princesa intuyó que la reina estaba lista para revelar su historia, en medio de los suspiros de su agonía. Era imperioso que conociera la verdad.
—Yo no era noble, solo una aldeana, una niña alegre igual a la que después vi en este castillo. ¡Y bella, como tú! Entregaba las flores que mis padres sembraban para vender, ¡así crecí! Me transformé en una linda joven, pero recién salida de mi niñez, contemplé el cortejo del rey cuando paseaba al príncipe, quien quería visitar a sus súbditos para familiarizarse con su futuro cargo. Despertó mi curiosidad, todos los aldeanos ansiábamos ser testigos de tanta opulencia.
»El día de la caravana, avancé hasta quedar en primera fila, quería ver mejor. En un momento, los ojos del príncipe se fijaron en mí. Parecía encantado, sentí que el amor había llegado a mi vida, ¡un amor de príncipe! Con su gigante poder, fue a verme las veces que lo deseó. Me habló de la vida en el palacio, la nobleza y de la reina en que me convertiría. ¡Tendría todo si le daba una prueba de mi amor! De esta manera conocí el apasionado contacto de un hombre y una mujer, y la maravillosa sensación de quedar perdidamente enamorada. No soñé con el poder de mi reinado, me mantenía encantada la fantasía de una gran ceremonia nupcial, donde bendecirían nuestra eterna unión, e imaginaba la imagen de Dios representado en la iglesia del reino.
»El príncipe jamás regresó. No solo me abandonó, sino que se ufanó de su virilidad usada sobre una humilde y estúpida campesina. Añadió mi nombre como una más de sus conquistas.
»Luego de esto, el pueblo me humilló. Mis padres no fueron capaces de protegerme, permitieron mi degradación y se avergonzaron de mí. Los aldeanos me arrastraron frente a las puertas de la iglesia, pero no me permitieron entrar. ¡Ahí cortaron mi cabello en señal de deshonra! ¡Supe que el amor me había convertido en una pecadora, a pesar de que fue creado por Dios! ¡Recibí nombres degradantes y ofensivos, mientras al príncipe lo felicitaban! Finalmente, fui condenada a ser llevada al bosque oscuro, donde las temidas aguas negras se tragaban a las personas. ¡Ahí las sometían a las peores torturas! ¡En eso transforman los humanos el amor, princesa!
»Sentí pánico al borde de aquellas aguas nauseabundas, me arrojaron de un puntapié para que muriera, mis manos estaban atadas. Me hundí sintiendo aquel fango entrar en mi nariz, manos pegajosas y pestilentes me tomaban con el fin de hundirme, pero no lo hicieron. Me alzaron hasta dejarme en la orilla, cubriéndome de fango podrido; estaba cálido, era la mejor cama en que había dormido. Al despertar, criaturas horripilantes me vigilaban, los humanos morirían de terror al contemplarlas; sin embargo, en su tosca apariencia descubrí cariño. “¡Es nuestra reina, gobernará y nos dará el poder de la venganza contra esas horribles criaturas llamadas humanos!”, dijeron. ¡Sí, princesa, no solo reino aquí, sino también en mi mundo, aquel que se encuentra en las profundidades más oscuras! Ancianas brujas me cuidaron y enseñaron sus secretos. Esas criaturas del inframundo fueron mi verdadera familia. Era la reina de Aguas Negras, me informaban de todo lo que ocurría aquí. Supe de la coronación del nuevo rey, también me enteré cuando tomó por esposa a tu madre y del momento en que naciste. Luego me llegaron noticias sobre su debilidad y la posibilidad de una temprana muerte, ocurrió cuando las lecciones habían terminado y yo poseía el poder para gobernar tu mundo. Mi venganza había llegado.
»Mis queridos seres oscuros comenzaron a preparar a su reina. Alados y causando horrores recorrieron diferentes territorios en busca de las más lujosas telas para confeccionar mis trajes. De las pantanosas aguas nunca exploradas por el hombre, extrajeron las más bellas piedras preciosas; luego, tomaron formas humanas y animales para llevarme al palacio. ¡Por fin era una reina, pero quería el reino que él me había prometido! Dejé atrás mi apariencia de aldeana y, como una noble, recorrí el camino hacia el castillo. Igual que años atrás, pero convertido en rey, él salió con sus huestes para recibir la visita. No me reconoció, aunque vi la misma mirada de admiración reflejada en sus ojos. Su reina había muerto ya. Me invitaron a entrar y nuevamente intentó seducirme, pero aludí que solo aceptaría con la condición de que me desposara. La belleza, princesa, es la cualidad mayor que buscan los humanos, no se detienen a pensar que tras ella, quizá, acecha su muerte.
»¡Entonces te conocí! Amorosa, alegre pese al dolor de tus ojitos por la pérdida de tu madre. ¡Me enterneciste, ese sentimiento estuvo a punto de arruinar mi plan! ¡Recordarás la majestuosa boda que me brindó el enamorado rey! ¿Pensaría en su difunta esposa en esos momentos?
»Volví a sentir su amor aquella noche, pero no despertó el mío, solo la esperada venganza. Una vez consumado nuestro encuentro, adopté la apariencia de la joven aldeana de la cual se había burlado tiempo atrás. Me divertí observando su mirada de desconcierto. “¡Cumpliste tu promesa, dulce amor! —le dije con la voz llena de odio y burla—. ¡Estoy de vuelta, ahora soy la reina y tú nada!”. Saqué el puñal que ocultaba la almohada y lo levanté, gozando al ver su expresión aterrada. Clavé el filo directo en su corazón, mi cuerpo se tiñó con su sangre. ¡Todo salía de acuerdo con el plan! Mis aliados habían tomado el reino y a los guardias. Todo era mío por fin, pero al volverme te vi parada en aquella puerta con tus ojitos desorbitados por el dolor y el espanto. Según lo acordado, también debías morir; de lo contrario, me destruirías en el futuro. Te dejé vivir solo para presenciar este momento.
La princesa miraba a la mujer con gesto de asombro.
—¡Mi padre te hizo la bruja en que te trasformaste, majestad!
—No fue tu padre, sino los humanos y sus estúpidas tradiciones. Ahora volveré a mi lugar de penumbras, junto a mi verdadera familia.
La princesa la abrazó y, antes de morir, la mujer tomó su mano izquierda para depositar la llave de la habitación en que estaban, el recinto de oscuridad y poder donde la antigua reina había desplegado toda su magia.
—¡Consérvala, majestad! ¡De corazón, deseo que conserves la devoción que hoy tus súbditos te brindan y el amor que tu príncipe siente sinceramente por ti! Es imposible predecir cuándo cambiará el corazón humano. ¡Úsala! ¡Necesitarás este poder!
La princesa negó con la cabeza, pero al mirar sus ojos, solo apretó la llave en la palma de su mano. La fisonomía de la mujer cambió para dejar paso a la bella niña aldeana que abandonaba el mundo con la forma en que se lo habían arrebatado. La joven abrazó a la pequeña y los sollozos brotaron de sus labios, al tiempo que sus ojos se inundaban de lágrimas. Estrechó aún más el cuerpo de la bella reina antes de que se desvaneciera, iluminando la habitación con un destello violeta.
Esa noche, la joven fue coronada con la algarabía de su pueblo y la mirada de profundo amor de su príncipe, convertido en rey y esposo. Antes de ir a la cama, donde su amado esperaba, abrió la mano izquierda y guardó en un cofre aquella llave, regalo de la mujer que había tenido la posibilidad de llenar el espacio de una madre, pero a quien la vida hundió en el fango del resentimiento.
Era la soberana y estaba rodeada de amor, ¡pero no podía estar segura en el reino de los humanos!
Escrito por:
Eva-Morgado-Flores
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