EL HOMBRE EN LA TELA
Sobre la tela pintada de tonos grises, quedó grabada la figura de aquel hombre. Tal vez debía representar un instante fijo en el tiempo, pero al observarla era posible percibir el movimiento de aquellas manos, realizaban un trabajo que, si bien podría ser una obra de arte o un tosco recipiente de madera, por el solo hecho de ser tallado por manos humanas se transformaba en algo irrepetible y divino. La tarde caía sobre su ventana, evocando aquella hora en que detendría su labor, pues necesitaba la luz del día para trabajar; esto quedaba en evidencia por el espacio rural que lo rodeaba.
No parecía percibir que lo pintaban, permanecía concentrado en aquel tiesto de madera que terminaba de tallar con sus toscas manos. Hacía frío, sus vestimentas gruesas revelaban una temporada invernal, al tiempo que el calor de su trabajo evocaba la nostalgia de lo creado por el hombre.
Tampoco percibía el cielo gris que alumbraba tenuemente, menos la figura angelical que formaban las nubes asomadas a su ventana, como vigilando con atención su olvidado trabajo. A pesar de ser rudimentaria, había algo de divina en la faena.
En la pintura prevalecían los tonos oscuros y opacos; sin embargo, tenía el calor y la luz que brindaba la conmovedora figura del hombre eternizado en la tela.
Escrito por:
Eva-Morgado
Imagen:
Alerce, noble trabajo. Pintura de Luisa Cid,
miembro del taller de pintura del Cementerio Metropolitano
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