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Aguja Literaria

¿De dónde viene la novela epistolar?


En el artículo pasado, te contamos qué es la novela epistolar. Sin embargo, ¿sabes de dónde viene este subgénero? Su historia es muy interesante y te la contaremos a continuación.

Las cartas han acompañado al ser humano desde la antigüedad. En principio, eran utilizadas como medio de comunicación por civilizaciones como la egipcia, la romana y la griega, pues a través de cartas se informaban datos y se concertaban bodas, guerras y tratados comerciales, entre otros eventos importantes.

De igual forma, existieron las cartas familiares y la correspondencia entre pensadores y figuras históricas importantes. En la actualidad, aportan una información valiosa sobre las épocas pasadas.

Desde la visión de hoy, es posible afirmar que la correspondencia personal contenía una pizca de ficción, pues quien escribía se daba a la tarea de relatar anécdotas sobre su vida al remitente, aunque sin la intención expresa de crear una historia. Gracias a esta característica, con el paso de los siglos aparecieron las cartas ficticias, cuyo apogeo tuvo lugar durante la Ilustración. ¿Cuál era el objetivo de esta correspondencia fingida? Escribir sobre diversos temas desde el punto de vista de un personaje, remedando una conversación epistolar con su antagonista para crear un diálogo. Entre las primeras obras de este estilo se encuentran Provinciales (Blaise Pascal) y Cartas inglesas o filosóficas (Voltaire). De igual forma, aparecieron recopilaciones de viajeros ficticios sobre sus supuestas visitas a lugares exóticos, como las Cartas marruecas (José Cadalso).

A estas le siguieron obras epistolares escritas en verso, como la Epístola (Garcilaso de la Vega) y las Cartas (Guittone d´Arezzo). Posterior a esto, los escritos epistolares se decantaron hacia la temática amorosa, en que la imitación de una conversación íntima entre enamorados generó interés en el público.

Durante la Edad Media, esta temática se reforzó con la inspiración del amor cortés, en obras como las Cartas de Abelardo y Eloísa, escritas en latín y de las que aún hoy se discute si se trata de un intercambio real o ficticio. Además, a partir del siglo XV la correspondencia ficticia comenzó a ser utilizada como parte de otras obras, como el Tratado de amores de Arnalte y Lucenda (Diego de San Pedro). Sin embargo, se considera que la primera novela epistolar es Proceso de cartas de amores que entre dos amantes pasaron (Juan de Segura), a la que le siguieron diversas obras publicadas en Italia, Inglaterra y Francia.

El paso de los años dio lugar a libros como Las relaciones peligrosas (Choderlos de Laclos), Las cuitas del joven Werther (Johann Wolfgang von Goethe) y, aunque se aleja de la temática amorosa, Drácula (Bram Stoker). Con estos títulos, la obra epistolar se convierte en precursora de la novela moderna, pues se aprecia el cambio de perspectiva de los personajes, lo cual permite al lector tener diferentes puntos de vista sobre el mismo hecho. Además, los remitentes se explayan en análisis sobre su propia interioridad.

Este género comienza a perder popularidad al finalizar el Siglo de las Luces, pero se recobra a principios del siglo XIX, con autores como Fiódor Dostoyevski (Pobre gente); tras declinar de nuevo a mediados del siglo, gana mayor fuerza durante el siglo XX e incluso XXI, con obras como La amigdalitis de Tarzán (Alfredo Bryce Echenique) y Querido Diego, te abraza Quiela (Elena Poniatowska).



Este texto fue escrito por:

Zorayda Coello Freitas

Editora de Aguja Literaria


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