LA NOCHE
Duermo enrollado sobre mi cama, pero escucho ese sonido. Aguzo el oído. Nada, tal vez lo soñé. No, ahí está otra vez, un crujido sordo. Levanto la cabeza y abro bien los ojos, miro a todos lados. Aunque es de noche, llega algo de claridad del farol en el patio del vecino, hace mucho tiempo que lo dejan encendido.
Aún así no veo nada, la brisa me trae un olor raro mezclado con el aroma de la tierra mojada. Tengo frío, esta tarde ha llovido y las gotitas todavía resbalan de las plantas como lágrimas.
Escucho un tintineo a lo lejos, seguido del mismo crujido, esta vez más cerca. Me levanto por completo para oír con atención, estoy dispuesto a lanzarme contra lo que sea, pero aún no salgo de mi cama.
Silencio.
Recuerdo las cosas horribles que he visto con los amos en la caja mágica, niños girando las cabezas y bajando las escaleras sobre sus extremidades. ¿En verdad puede ocurrir eso?
Aguzo de nuevo el oído. Allí está de nuevo, el rumor de algo triturado. Una rama cruje. Miro inquieto en todas direcciones, quizá debo gruñir para intimidar al ser invisible, pero tengo miedo.
Siento que se acerca con lentitud, está oculto entre los matorrales. Sé que puede verme, aunque soy incapaz de adivinar desde dónde. Escucho que corre hacia mí, el cuerpo del ser choca contra las ramas. Me preparo para atacar, inflo el cuerpo y muestro los dientes.
Michí, la gata gris del vecino, salta desde los matorrales y cruza nuestro jardín. Lleva un ratón muerto en la boca. Le ladro con todas mis fuerzas para que se vaya, aunque no salgo del pórtico. Se escurre hacia su casa veloz, otras veces la he mordido cuando se acerca mucho.
De nuevo, silencio. Me arrebujo sobre mi cama, listo para dormir. La casa está segura otra vez.
Escrito por:
Zorayda-Coello-Freitas