ROMANCE OBTUSO
Analizar un libro es un trance inquietante, algo deshumano, cuando los versos o líneas hablan de un corazón, un pájaro negro o una mujer que muere en el sueño. Es un trance que arde y tira de los dedos, pican las manos y la respiración se agita. Por instantes le imploro a la señora Muerte que deje de cantar sobre mi oído, le confieso que el idilio con ella no tiene futuro, acá los arboles aún están preparando sus frutos, las ventanas me donan puestas de sol inimaginables, sobre el escritorio subsisten textos que esperan por mi mirada.
¿Qué elementos requieren el alma y la mente para desgranar versos y líneas? Seguro que la honestidad, pero este mes deseé morir cuatro veces, miré el arma oscura que escondo en el fondo del cajón, medí la viga café que cruza mi casa, corté dos veces mi cabello en busca de tranquilidad. ¿En qué minuto podré ser honesta si esta cantaleta de partir tira de mí todo el tiempo? Van dos meses en la misma situación.
Esos textos tienen nombres, tienen voces que a veces no recuerdo a quién pertenecen, tienen rostros que no sé identificar. Ahí están, esperan que los rescate, que los mueva de ese engranaje donde los pusieron. Algunas noches los dejo recorrer mis refugios, invadir mi rabiosa soledad, pero otras se resisten, miran desconfiados, sacan su voz ronca e incluso dos o tres veces me han insultado. Toman su sombrero, sacuden su pantalón, amenazan con marcharse y dejar la puerta abierta. Me intimidan groseramente, sin respiro.
En la silla, en la cama me miran, por instantes me enternecen, ¿cuándo puedo ser honesta? Seguro que a cada instante, pero los días tienen menos horas, la noche llega rabiosa, sin culpa, se instala en medio del cuarto a la espera de que abra mi boca y hable. Muchas veces estoy muda, esa mujer que murió en el sueño me inquieta, me asusta, la cama es demasiado grande y las sábanas muy frías. Los textos hablan de tantos lugares y colores que ahí habitan, riendas y animales desconocidos, cenizas que cubren muchos cuerpos, agradables canciones en francés, cuerpos quebrados ante lo precaria que es la vida algunas veces. ¿Quién podría decir que mi honestidad es real?
Algunos días pongo todos los versos frente a mí, me angustian, no son míos y temo hacerles daño. Son frágiles, no débiles; frágiles como el cristal, hermosos, tan reales que deseo incluso bailar con ellos, aunque mi bailarín mira solo desde lejos.
Escrito por:
Alicia-Medina-Flores