CORTES DE CARNE
Latiendo en un corte de carne hay un animal completo que una vez pastó y tal vez se reprodujo. Hay partes más preciadas que otras para quien la come, a esas se les asigna un valor diferente.
Un perfil de Facebook es como un corte de carne, un fileteado de persona. Algunos son cortes más frescos, otros simplemente son rancios.
No hay un animal completo, pero a modo forense desde el corte podemos elucubrar cómo fue criado.
Lomo liso, sin grasa, gente que muestra su vida bien. Carne pareja, alejada de esas vetas sabrosas poco saludables, familias felices: mamás dedicadas, niños viajando por la vía rápida, cabros deportistas, chicas bailarinas; gente agraciada, fiestas de asado con compadres y comadres idem, viajes a resorts que ofrecen tragos en the swimming pool kilométrica. Nunca un exabrupto emocional, nunca un reclamo, ninguna opinión polémica; siempre mucho “amigui”, mucho optimismo zen.
Lomo vetado, son similares al lomo liso, pero de repente uno se topa con una opinión macanuda o muy idiota. A veces un desliz emocional, un puteo al mundo, un pequeño drama por un horror doméstico, como la mala atención de la compañía telefónica, una atrocidad en el súper o algo por el estilo.
Igual que el lomo liso, el vetado viene de “abajo”, pero en su trama parrillera perfecta asoman hilos enjundiosos, relatos sin editar. No como el filete, que se extrae del mejor corte, siempre bueno. La seguridad hacia el éxito, no hay sorpresas para él. Siempre ajustado a su forma, en dockers caqui y polo celeste, pelolais dorado prolijamente planchado, cotizando alto, bien hablado aunque no necesariamente bien escrito. Es común que suba una foto del Louvre y escriba que vio la Gioconda de Miguel Ángel y que le encantan las bailarinas de Gauguin; de todas formas no es un corte apto para cazuelas, charquicán o valdivianos repone cañas.
Osobuco descendiendo la pirámide, con más hueso que carne, la dureza como salvavidas. Redondo, tosco, flotando siempre en su propio jugo, forrado en sus cueros gelatinosos al sol, criado con tallarín, marraqueta y mortadela lisa.
En ese caldo uno ve flotar las menudencias de un divorcio a patadas, un chorreo de amorosismos calientes, poesía de pergamino de feria artesanal, mazamorras de ideas y palabras, sazonados con reguetón y Arjonas.
Muchos son carne molida, no hay trozo al cual hincarle el diente, no hay nada para darle pega a las muelas. Son fáciles de tragar, llenan espacios de guisos esotéricos picados a veganos. Juntos, son un pastel de carne ocupando espacio virtual, aglutinados con huevo y acompañados del infaltable perejil huacho.
Escrito por:
Carla-León-Tapia