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Aguja Literaria

SUFRE EL CORAZÓN


Maldito corazón, que lates con fuerza cuando no te llaman, cuando no debes.

Me he recostado en el suelo mirando el techo, con un nudo en la garganta y lágrimas corriendo. Yo lo quería, ¿pero, por qué? No había hecho nada por mí. Nuestras conversaciones, si bien eran cercanas, no pasaban de los cinco minutos en persona y de media hora por alguna red social. Era una amistad, corazón, solo una amistad. ¿Por qué complicas las cosas?


Él había dicho tener el corazón destrozado, que se había cansado de los malos tratos de su novia y que por ello la dejó. La vi muchas veces tratarlo como esclavo y llegué a enfrentarla por eso, sin siquiera conocerlo. Qué tonta.


Maldito sea el día en que viajé a su lado y las sonrisas comenzaron a brotar de mis delgados labios. Maldito sea su grasoso cabello por llamar a mis manos. Malditos sean sus hombros, por llamar a mis mejillas a posarse en ellos con tal de consolar las lágrimas que corrían por las suyas. Detesto mis brazos, por rodearle cuando querían.


Sabiendo que tengo un corazón tan débil y deseoso de amor, me atreví a acercarme a él. Estaba solo en ese entonces, creí tenerlo para mí. Era mío aquellas tardes en que hablábamos, en aquellas noches que nos reíamos. Era mío en mis recuerdos. ¿Con qué derecho? Lo sabía en ese entonces, pero la respuesta se desvaneció de un momento a otro, momento en el cual yo no tenía ganas de detener el olvido. Vi a aquella chica acercar las manos a su cara; esa misma chica que lo había tratado como el trapo viejo y usado que creía que era. Sus ojos se iluminaron, a pesar de lo que me había contado. Decía que al principio se había sentido atraído por su belleza, pero que cada día debía inventar una nueva reverencia ante ella con tal de entretenerle un poco. Decía que cada día y noche que pasaba, se sentía como un tonto; ella siempre tenía la razón y él siempre se encontraba en el extremo opuesto, en el que las cosas estaban tan ridículamente mal que llegaban a dar risa o, al menos, eso sentía. Fue por eso que se alivió cuando terminaron, pero luego, empezó a faltarle. Recordó cada cosa bonita que había vivido al lado de esa bestia, cada cosa que hizo por ella y, esos mismos recuerdos, los llevaron de vuelta a su lado. Da lo mismo mi presencia, ¿no? Llegué de la nada, fui su amiga, lo quise y consolé.


Me he dado cuenta de que apreciamos más lo que conseguimos, aunque sea malo, que lo que la vida nos regala fácilmente. Nos aferramos a un objetivo, como un caballo de carreras con la vista al frente, y no permitimos que nada nos perturbe. Mi error es siempre ser la distracción, la tentación: lo que está mal.


Corazón, ¿por qué te rompes por algo que jamás fue tuyo? ¿Por qué insistes en caer con la misma piedra? Mi pecho duele, y de mis ojos brotan lágrimas cristalinas lágrimas sin parar. ¡Haz que paren, haz que olvide! Endurécete y no aceptes intrusos. Cuídate un poco más, resguárdate. No quiero ser una pieza tan rota… que no sepa cuál es su forma original.

Escrito por:

Javiera-Pérez


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