VISIONES DE CIUDAD
La calle y su río alborotado, con sus miles de pinturas que nadie se detiene a ver. Escrituras indescifrables en las murallas que hablan de adicciones, de historias infelices, de vidas miserables… ya no pintan corazones traspasados, y bajo las vestiduras, cuerpos de huesos cansados van en busca de algo.
Un sol incandescente castiga la cabeza del trashumante que mira el alquitrán bajo sus pies, y las torres. Animales en dos patas, con ojos electrónicos te vigilan. La multitud, marea roja, serpentea. Los perros callejeros aprendieron los rituales, cruzan las esquinas respetando luces rojas.
Todo fluye: vendedores, carritos, ambulancias y, en el suelo, mercancías importadas en oferta. El maniquí tras la vidriera, con sus ojos amarillos, alarga su brazo transparente, te ofrece zapatos y carteras, ¡regalados!
En la vereda, un árbol se desnuda pudoroso, solo sirve de orinal en madrugadas y, en el lapso de un segundo, la paz y la rutina se aceleran, todos huyen. Un hombre corre como un gamo. Gritos. Un disparo, ¡alto!...
Es la guerrilla de ciudad que se desata, otro que cruzó la línea demarcada y mató de un balazo la rutina, sin esperanza alguna de vivir un segundo fuera del tiempo señalado… Hay que seguir detrás de la manada.
Escrito por:
Helena-Herrera-Riquelme