EL TRÁGICO ERROR
Esa tarde, a escondidas de mi madre, abandoné la casa y bajo aquel sol de plomo derretido del verano del cincuenta y siete, me interné en la pampa. Llevaba en un calcetín huacho, un pequeño arsenal de guijarros pulidos por el viento del desierto, que había seleccionado con la acuciosidad del experto.
Fui internándome en las calicheras abandonadas con el ojo presto, la honda lista para el disparo preciso. Miraba cada grieta, entre la unión de los bolones de caliche o a la sombra de una roca. De pronto, ese leve movimiento, casi imperceptible, la delató. La piedra en la honda rasgó el aire caliente e hizo explotar la pequeña cabeza. El proyectil iba dirigido a una pata o a la cola, pues sabía que el miembro mutilado, con el tiempo, volvería a regenerarse. Sin embargo, mi error tuvo lamentables consecuencias, pues dejó inánime a la lagartija.
He cometido graves faltas en la vida, pero esta ha sido la más trágica de todas.
Escrito por:
Juan-García-Ro