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Aguja Literaria

EL ENCUENTRO



La noche no tenía nombre

y ella seguía pensando qué hacer;

si tocar los pies primero

si algo así lo podría convencer

de voltear su mirada hacia ella

de rozar la piel,

de la luna llena,

de los labios que callan,

de lo que las manos esperan.

La noche era cálida

y él sentía el movimiento

¿qué era esto?

Con sus manos hacía un gesto

para acercarla más a él

sentirla respirar,

escuchar lo que siente,

que fuese sin querer.

Los dos esperando

lo que el otro iría a hacer

abriendo ojos intercaladamente

los mismos ojos

que se voltearían a ver

donde la sangre hierve

en espera de lo que enciende,

donde las sábanas abrazan a ambos

aquella noche

en que nadie está al mando.

Ella se gira dando la espalda;

su orgullo frágil es quien lo demanda

creyendo que eso atraería su atención,

quizás ignorarlo provocaría alguna reacción

y en su mente imaginaba

un abrazo,

un beso en el cuello,

una caricia en la pierna,

un “te quiero” de consuelo.

La noche seguía esperando

que ambos dejasen el juego.

La piel se erizaba

por cualquier giro o movimiento

para ojalá encontrarse

con el otro

en su cambio de sentido

en sus miradas penetrantes

en su querer decir:

“aquí estoy y te sigo”,

en eso, él la toca

la cadera delgada

a ver si eso provoca

que sintiera el calor de las manos,

que voltease a mirar de lado,

que chocasen sus alientos,

que todo se tornase más lento

para detener el tiempo,

la noche en este encuentro.

Pero ella meditaba si era real esto,

si en verdad la había acariciado

o si había sido solo el viento.

Estirando los pies

esperaba ver una señal

de si había sido su intención

de que realmente lo quería amar

y susurraba en voz baja,

su cuerpo temblaba

por querer volver atrás,

saber si la iría a mirar,

sus dedos se agitaban,

lo necesitaban abrazar

como luna que vela por nosotros,

como madre nos protege al llorar

aunque él seguía esperando un roce,

un pequeño detalle,

una intención que desglose

lo que cada uno sentía

por el otro

día a día.

Se escucha un ruido;

es él quien tose

entrando en este azar

de niños enamorados

de quién iría a perdonar.

En eso ambos se equivocan,

un movimiento en simetría

frente a frente, pleno observar

pretenden estar tranquilos,

no lo pueden ocultar

se esbozan sonrisas;

sus miradas se han vuelto a encontrar.


Escrito por:

Juan-González



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