ALAS CORTADAS
Aves extrañas y hermosas han nacido.
Nuestras alas se ven al salir del huevo y sentimos la calidez del sol en cada parte de nuestro pequeño cuerpo mientras nos movemos con orgullo. Hemos nacido como aves y, aunque somos diferentes a ellas, tenemos las alas listas para emprender el vuelo en algún momento de nuestras vidas, con sueños e ilusiones flotando en nuestras diminutas cabezas que esperan ser liberadas… Pero hubo un tiempo de “alas cortadas”.
Los padres, desdichados y hambrientos, se alimentaron de las alas de sus hijos, dejándolos sin pluma alguna, ni estructura que las acompañase, lo que afectó por largo tiempo a muchos de nosotros. Nos arrebataron las alas con un golpe de tal intensidad, que los mordiscos de los antiguos infectaron nuestros cuerpos, y nuestra piel rota nos causa un dolor infernal.
Los sueños se han ido con el viento de otoño y, mientras contemplamos su partida, lloramos; lloramos porque vemos otras aves en vuelo con hermosas plumas en sus alas, con sueños que entregar al cielo, flotando, sintiendo el viento rozarlas por completo… mientras nosotros, desde nuestras jaulas, nos miramos frente a frente y solo vemos nuestros ojos perdidos en la oscuridad de un futuro sometido a la desgracia.
Yo, que ya soy grande, veo que mis heridas no han cicatrizado; estoy condenada. La infección ha petrificado mi corazón lleno de yagas, me consumo en mi nido siendo ave de gran tamaño. He esperado este momento toda mi vida, me han preparado para morir de la manera más dolorosa: contemplando lo ajeno después de haberlo tenido y de que me fuese arrebatado por una generación frustrada, viejos a los que nunca les interesó volar, porque así fue como les enseñaron a vivir.
He visto la sangre corriendo desde mi árbol, y he llorado lo suficiente. Pasé noches enteras sacudiéndome, viendo la cara de decepción y placer de mis padres mientras rasgaban mis pequeñas alas. Ahora me la paso en un tronco del que jamás podré bajar, contemplo el sol quemándome de a poco. Siento los horrorosos inviernos y el viento pegándome en la cara; muero de frío lentamente sin haberlo deseado jamás.
Me han dicho mis hermanos que no hemos nacido con alas, y que aquellos que veo en el cielo son solo privilegiados que nacieron con el “don” de volar y tocar lo más alto del mundo. Son escogidos por Dios para tener el honor y el placer de volar a sus anchas, pero yo sé la verdad: las marcas que veo en todos los que estamos abajo no son de nacimiento, no son por culpa de Dios; son heridas que no fueron curadas y que ahora, infectadas, nos recuerdan el gran peso que nos cayó sobre los hombros… peso que nunca fue nuestro.
La sociedad ha tomado esto como normal; “cosa de todos los días”. Matan sueños y esperanzas sin preguntar, nos imponen una realidad que no es nuestra para que inventemos mundos en nuestras mentes y luego destruyen nuestros anhelos golpeándonos contra el suelo una y otra vez, con el objetivo de que olvidemos lo que en realidad importa.
Queremos pasar los días sobreviviendo miserablemente hasta llegar a la paz eterna, esperamos volver a la tierra, o caer del nido.
Pero no estoy dispuesta a tal final; construiré mis alas de lo que sea, fui creada para ello… Todos estamos aquí para eso, no para juzgar ni tomar decisiones por otros. No debemos dudar si la vida es un regalo o una maldición que nos perseguirá por largo tiempo de agonía; debemos arriesgarnos, quitar el miedo de nuestros corazones, soltar el peso que no nos pertenece y aprender de los errores de nuestros padres para no volver a cometerlos jamás.
Las heridas me duelen, he visto filas de cadáveres en el olvido. ¿Debo terminar igual?
Escrito por:
Javiera-Pérez
Fuente imagen:
www.fotosfox.com