VIVIENDO EN AUSTRALIA: TRAFFIC CONTROL
Por fin, conseguí un trabajo de Traffic Control, un trabajo muy fome, pero en el que pagan muy bien. Habíamos hecho dos cursos, de siete horas cada uno, para poder postular a estos trabajos que tienen que ver con la dirección del tránsito en zonas de construcción. Uno de estos consistía en medidas de seguridad, y el otro en aprender a usar el letrero “Pare-Siga”… ¡Así es! siete horas para aprender a mover ese simple cartel, y hasta con prueba práctica. ¡Estos australianos se pasan!
Hoy tenía que estar a las 8 a. m. en la oficina para rellenar unos papeles antes de empezar el famoso trabajo. Esto implicaba como dos horas y cuarto de viaje… Repito, ¡dos horas! En verdad acá uno está dispuesta a lo que sea por trabajo.
Me levanté a las 4:50 de la mañana (como ya es usual, la verdad), y me mamé dos horas de viaje sola. Llegué, me dieron mi lindo uniforme fluor, me puse mis flamantes zapatos de seguridad, cuatro tallas más grandes que mi pie, llené un par de papeles, y listo, arriba del auto de nuevo para viajar ¡una hora más! (acercándome a donde vivo al menos) y llegar a trabajar… Muy piola viajar tres horas para tu trabajo, ¿o no? Pero bueno, tenía que estar con la mejor de las sonrisas porque tenía trabajo de Traffic Control.
Me subí al camión con los dos viejos con los que iba a tener que trabajar todo el día: Sam, que era el Supervisor; y Jerry, el que me iba a enseñar lo que teníamos que hacer. Yo creo que ambos tenían más de cincuenta años (no se ofendan los que tienen más de cincuenta y están leyendo esto), ¡pero eran muy buena onda!
Primero tuvimos que poner los carteles del camino (esos típicos “disminuya velocidad”, “gente trabajando”, etc.) y conos. Lo bueno (en este momento fue bueno, después fue apestoso), fue que era una zona en la que no había mucho tráfico, entonces me pudieron explicar bien qué tenía que hacer y con calma (yo todo el rato pensaba que en otro trabajo, un chino sin motivos me estaría gritando “faster, faster!” (“¡Más rápido, más rápido!”).
Es fácil la pega, pero los carteles pesan demasiado, y yo no soy muy fortachona la verdad, pero mi jefe me decía “good girl!” (“¡Buena chica!”), así que todo bien.
Después de poner todos los carteles, empezó mi real trabajo. Estaban construyendo un edificio e iban a pavimentar la vereda, por lo que yo tenía que indicarles a los peatones por dónde tenían que caminar. Una real estupidez, porque cada una hora pasaba un peatón, y estaba lleno de señales y flechas indicándole por dónde caminar… Pero los australianos no se iban a arriesgar a que le pasara algo a alguien. Más encima, finalmente la empresa constructora decidió que no iban a pavimentar ese día, por lo que la gente podría perfectamente haber caminado por ahí. Pero no, igual tenían que irse por el lado, y yo pedirle lo absurdo a las personas.
Partí a las 10 a. m. haciendo eso, y supuestamente tenía que estar ahí hasta las 3 p. m… Parada, haciendo nada, con mi linda polera MANGA LARGA, muerta de calor porque hicieron como treinta grados, y SOLA. Mi celular fue mi mejor amigo. Estuve metida todo el día en whatsapp y facebook. Además, cada peatón que pasaba (repito: uno cada mil horas), me decía “Ohhh!, how hard is your Job!! Really funny!!” (“¡Oh!, ¡qué difícil es tu trabajo!, ¡muy divertido!”), ¡Gracias por recordármelo! Pero no sabían que en verdad eso era mejor que tener a un montón de chinos retándome todo el día por lo que fuera (a todo esto, igual sigo yendo al aeropuerto, así que me van a seguir gritando igual). Quizás era un poco aburrido, pero marcaba demasiado la diferencia el que me trataran bien.
El turno era de 9 a. m., a 3 p. m., pero muy flojo. Partí a las 10 a. m., me dieron un break de quince minutos a las 11:30, y luego uno de media hora a la 1:30, y me fui a las 2 p. m. porque los de la construcción terminaron antes. Además, si quería ir al baño o algo, podía ir rápido sin problema, aunque con tanto break no lo necesité. ¡Qué agrado no estar corriendo todo el día!
Tipo 12 p. m., cuando ya estaba más que aburrida, uno de los obreros de la “contru” me empezó a conversar, muy buena onda. De repente me dijo“¿te puedo invitar a salir un día?”, y yo pensando para mis adentros “¿en serio? Estoy con una polera amarilla fluor que me queda como vestido, muerta de calor, rancia, con unos zapatos de tribilín, ¿y me invitan a salir?” ¡Igual me subió el autoestima! No estaba interesada en su invitación, pero en ese momento pensé, “o converso con él todo el día, o esto se me va a hacer eterno”, así que un poco interesada, le dije que sí me podía invitar a salir (¡no sabía qué le iba a decir después!) y me pidió mi teléfono; imposible inventarle el número, porque sabía que lo tenía en mi bolsillo, y me llamó para que grabara el suyo “Jonnhy the plumber” (“Jonnhy el gasfíter”).
Me dieron mi break de media hora y estaba muerta, así que fui a tratar de dormir algo a los estacionamientos de una bomba de bencina. Y claro, al lado de qué auto me senté, ¡del de Jonnhy! Llegó a abrir su auto y se encontró conmigo ahí media durmiendo, se sentó y se instaló a hablarme. Volví a la 1:30 p. m. de mi break, y Sam me dijo: “ayúdame a sacar todos los letreros, porque terminamos antes hoy día”. Terminamos a las 2 p. m., y en donde trabajamos había justo una parada de buses, así que me fui al tiro a mi casa. No fue tan terrible finalmente.
Bueno, así con mi experiencia en Traffic Control que tanto esperé. Por suerte, no me tocó lo del “Pare-Siga”, porque ahí hay que hablar más por walkie talkie y en verdad me cuesta entender. Aunque demás que alguna vez me va a tocar, ¡qué miedo! Bueno, Ahí les contaré.
Escrito por:
Josefina-Gaete-Silva