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Aguja Literaria

PEQUEÑECES



El metro repleto, de nuevo. No me molesta irme de pie, trabajo todo el día sentado, lo que sí me molesta es la actitud de la gente.


Una vez leí que en los campos de concentración de la segunda guerra mundial, no solo había judíos como prisioneros, también estaban aquellos que, a costa de sus compañeros, trataban de ganar "favores" de sus captores... Judíos acusando judíos, algo así como... No sé, pordioseros de migajas. Así veo esto; un montón de pordioseros tratando de entrar, empujándose, intentando ver quién llega primero, quién marca a la hora, simplemente para hacer rica a otra persona.


Dejo pasar cuatro vagones y me subo al que está un poquito más vacío. Delante de mí no hay una cara, sino una chaqueta con unas curvas muy, muy provocadoras, que yendo hacia abajo se sienten muy bien en mis caderas… El hacinamiento hace el resto... Sí, lo disfruto, no es nadie, no soy nadie, ¿qué importa? Salgo del vagón, bueno en realidad no salgo, me sacan, y empiezo a caminar. Prendo un cigarrillo sabiendo que recién en tres horas más podre fumar otro. Voy sin apuro, me levanto temprano para ello. Observo la misma calle de siempre, incluso la misma gente; todos hacen lo mismo, como si reaccionaran a una especie de silbato gigante de esos con los que se llama a las mascotas. Cuando llego, pongo el dedo en una maquinita que me dice que soy yo y de paso le avisa a mi jefe que llegué, porque ya poco le hablo, en realidad, nadie se habla. Es un chiste, porque trabajo hablando todo el día, una llamada tras otra, tras otra, tras otra y cae la llamada y cae la llamada y no se detiene; horas enteras en eso. Saludo a mis compañeros, algunos llegan alegres, otros simulan que lo están y otros ni se molestan en intentarlo. Me siento frente al computador e ingreso un código que en una semana he escrito... No sé... ¿Unas treinta veces?... Me lo aprendí de memoria los primeros días que empecé a trabajar aquí. Luego comienzan a caer las llamadas: gente que no sabe nada, gente que lo sabe todo, gente confundida, cansada, triste. Los escucho, trato de resolver sus grandes y trascendentales problemas, a través de una línea telefónica, sobre lo terrible que es no tener televisión por cable o de la enorme tragedia que es no tener bien configurado su nuevo celular. Percibo la indignación profunda de aquellos buenos clientes que llevan "años con la compañía" y que tratan de intimidarme diciendo que van a "hablar con el dueño de la empresa"... ¡Jajajajaja!... Lo único que me podría perjudicar realmente es responderles con un improperio; ese es el único pecado en este trabajo, o quizás un sarcasmo demasiado ácido, demasiado obvio, pero aun así, no valdría la pena...No valdría la pena para nada... ¿De qué sirve? Si después de todo, seamos francos, una persona que "tiene de todo" no va a llamar a un servicio al cliente, los que "sujetan la correa" no llaman, no existen aquí, ¿se entiende? Eso es lo más triste de esto, que en el fondo son solo diferentes niveles de chacales de carroña. A-B-C uno, dos y tres; esa gente no existe en este ambiente, y todo lo que está por debajo de eso, son solo buitres de basura que compiten para ver quién obtiene el despojo más grande. Te limitas a decirles que sí a todo, que su servicio va a estar activo en veinticuatro horas, que "apague el equipo y que después de cinco minutos lo prenda de nuevo". A mí no me importa, el tipo va a colgar el teléfono, va a seguir las instrucciones y si le resulta, bien, de lo contrario volverá a llamar. No es mi problema que no existan suficientes técnicos o que no llegue la señal del satélite, no es mi problema; nunca lo fue, nunca.


Pensándolo bien, me pongo la camiseta de una empresa únicamente porque no trabajo para la compañía que digo que trabajo. Una realidad terrible de este país porque es un contrato del subcontrato de un contrato y escucho estos enormes "problemas trascendentales" que parecen ser grandes, pero que en realidad no lo son. A veces me pregunto, ¿murió tanta gente por esto? Miles de litros de sangre derramada y razas indígenas diezmadas para estar sentado aquí, escuchando a un niñito quejón que no puede configurar sus equipos o a una viejita solitaria que el mundo dejó abandonada, quién sabe por qué, y siente pánico porque no puede ver la televisión ni seguir el "reality". Porque eso es lo interesante de la voz a todo esto, yo no los veo, pero me los imagino y me pregunto, por ejemplo, si es tan grave la encrucijada de esa voz ronca y seria, indignada porque sus grandes sumas de dinero destinadas a esta empresa no se compensan con un buen servicio como "él/ella se lo merece", y pobre de ti que no le lleves la corriente, porque la consigna es que "cada cliente es único" y se debe hacer el esfuerzo para que "la sonrisa telefónica" se contagie a través de la línea... Es casi una burla que se pelearan batallas por lograr esto, porque ya no somos personas como tales, somos solo piezas del engranaje de una máquina cuya dirección no sabemos."Puro chile es tu cielo azulado", cielo que en realidad está pintado de gris; "tu campo de flores bordado", está lleno de asfalto y "la copia feliz del Edén", ya no es copia, es más bien una imitación burda de algo que queremos llamar paraíso... Tanta sangre... ¿Para esto?...


Es una broma que resuelva problemas todo el día, porque tengo cuatro minutos y medio, tiempo promedio de operación de la empresa (o sea, lo que tiene que durar una llamada) en los que tengo que resolverle un dilema alguien o para calmarlo, para que de esa manera siga entregándole dinero a la institución y yo obtenga un 0,00001% de eso... No me indigna el dinero, no me puede indignar cuando pertenezco a una generación a la que siempre le mintieron y asumí que era así recién a los veinticinco años, ¿cómo me va a enojar?... Al menos tengo algo con qué comer. Lo que me da rabia es que resolviendo estos "grandes problemas" solo me doy cuenta de lo cobardes que somos, porque le damos más importancia al hecho de no poder ver televisión o estar aislados por no tener celular, que mirarnos en el espejo y ver qué es lo que está mal en nosotros y buscar una manera de mejorarlo, porque es más fácil tomar al ladrón pequeño y “ajusticiarlo” públicamente (lo peor es que ya no quedan muchas otras opciones) cuando esa persona quizá no tenga otra manera vivir porque la pasta base lo tiene tan consumido que no entiende otra forma de obtener las cosas o porque nunca tuvo una verdadera oportunidad; y no me refiero a esos doscientos cincuenta mil pesos con los que no se vive; se aguanta. A ese personaje lo tomamos en la calle y lo “ajusticiamos”, pero no somos capaces de tomar a los "grandes" políticos ladrones (tomando en cuenta incluso que esa información sale en la televisión), a los grandes estafadores de los lobbys y hacerles justicia también. Somos capaces de crear un mar de llanto, un volcán de rabia, porque no funciona la televisión, porque el internet no llega o porque no se efectúa la recarga del teléfono, pero no de resolver los reales problemas que tenemos como sociedad; enjuiciamos públicamente al pederasta, que probablemente también fue víctima y la vida lo convirtió en victimario, pero no lo hacemos con las decenas de programas de televisión que prácticamente sexualizan de manera perversa a niños y jóvenes. Es cosa de darse una vuelta en cualquiera de las redes sociales para ver que están llenas de niñitas vestidas como bataclanas para obtener un "me gusta". Es más fácil destrozar la Alameda o Plaza Italia y en el proceso, hacer pedazos el kiosco o el local de algún empresario pequeño, que ir a protestar cerca de un campo de golf, por ejemplo… ¿Qué crees que hacen ahí?, ¿crees que es entretenido darle de palos a una pelotita por horas y horas? No, se juntan a tomar decisiones, ¿o no te habías dado cuenta? Es mucho más fácil quejarse de aquello que no es un problema, porque el verdadero problema cuesta, es más sencillo hacer un escándalo contra quien no se puede defender, gritarle a quien no tiene voz, que pararse frente a alguien más grande y decirle lo equivocado que está.


Paso horas mirando una pantalla, observando un menú que puedo usar a ojos cerrados, sin siquiera entender cómo funciona realmente, y me pierdo en ese cubículo estático que pretende ser un escritorio, porque de escritorio solo tiene las ganas, ya que ni siquiera me alcanza para poner una foto de mi polola. Es todo tan irónico; se podría decir que conozco a cientos de personas, pero en realidad no sé quiénes son. Se podría decir también que me conecto con millones de almas al día, pero en realidad no hablo con nadie... A veces me pregunto si mis compañeros piensan lo mismo, si en este silencio ruidoso hay algo más, porque en el fondo no le tememos al mal o buen funcionamiento de los dispositivos, le tenemos miedo al desorden: no ver una pantalla significa que "no sé lo que pasa", no escuchar un mensaje significa que "no sé" lo que está ocurriendo, pero esos ¿son problemas de verdad? Es extraño, muy extraño. Es casi una burla que le tengamos miedo al desbarajuste, cuando esto ya es un pandemonio. Simplemente tenemos la capacidad de la mentira, porque no le decimos desorden, le llamamos "progreso", no existen las expresiones hipócritas, aquí les decimos "sonrisa telefónica", no se llama cobardía, se llama "preservar la estabilidad"... A veces me pregunto si las cosas siempre fueron así...


Trato de ver si alguien al lado reacciona. No sé cuál es la expresión de mi cara, porque ya no la siento, miro hacia los lados para ver qué están haciendo mis compañeros. Hay algunos que son muy expresivos, otros que no, algunos se adueñan por completo de ese pequeño cubículo para hablar, y otros pocos lo transforman en una madriguera hermética. Trato de ver si alguien hace algo diferente, parece que no. Es como una olla a presión que quiere estallar, pero no se atreve. Aunque es obvio, siempre hay una excusa para ni siquiera intentarlo. Hoy por ejemplo, depositan el sueldo. Tengo que ir a buscar el dinero, me hace falta y ahí voy a estar de nuevo, en otra fila para recibir una migaja que, por cierto, está calculada para que me dure un mes y solo un mes, ya que así durante ese periodo voy a volver aquí, porque no voy a recibir algo que me dé la oportunidad de "algo más". Lo cruel de todo esto, es que es ese cheque lo que me amarra... Después de esa fila voy a ir otra y después a otra, pensando que va a ocurrir algo diferente, pensando y creyendo que en algún momento alguien va a decir que no, porque el gran error que tenemos es creer que "alguien" nos va a salvar... Seamos honestos, todavía estamos esperando a que "Él" se baje de la cruz, resuelva todo y se haga responsable de nuestros pecados, cuando en el fondo eres tú el que tiene que "hacer algo", porque va a haber una cola para hacer el depósito, para ver el partido, porque siempre va a existir otra cosa más importante, y a veces creo que la mayor misericordia para la gente es que este circo sin risas no siga... no siga, porque no sé a dónde va a terminar…


Escrito por:

Nestor-Aguilera-Muñoz

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