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Aguja Literaria

RESTRICCIÓN DE VERDE



La naturaleza ha estado antes que el Hombre, pero cuando la presencia humana se manifiesta en algún lugar, comienza a cambiarla con los elementos o materiales ofrecidos por el entorno, y más tarde, hechos y dados por él mismo. Destruye o construye para hacer su propio paisaje. Aunque es un ser natural, pareciera separarse de este estado. Teme pisar la tierra y para evitarla pone cemento y asfalto, es decir, sitúa algo en medio de las plantas de los pies y el humus; ese alejamiento es una negación de pertenencia a un mundo que no lo rechaza, más bien, que él evita o margina.


Si observamos detenidamente una ciudad, encontraremos pruebas y experiencias que demuestran esta desvinculación forzada, con voluntad o sin ella, donde se intensifica dicha actitud y proceder del Hombre.


Cuando se es peatón, nos salen al encuentro letreros que dicen: “Disculpe, estamos trabajando para usted”, en lugares en que se han talado árboles, o también se lee: “Disculpe las molestias, estamos instalando áreas verdes”, es decir, un parque o plaza con botones arbóreos, poco césped y plantas calzadas con materiales duros, pintados de verdor para justificar un espacio artificioso, irrespirable para la tierra y para nosotros. Los juegos y máquinas son fantasmas por el devenir del tiempo y la escasez vital del aire y del vegetal generoso. Además, la basura, los desperdicios arrojados por la gente son el llanto y el enojo de nuestra retina.


De algún modo hay restricción a los álamos que terminan en 2, 3, 4 y 5 ramas; no están permitidos en circulación: el pehuén, la palmera chilena, el raulí, el mañío, el pilo, el toromiro, el sauce, el roble, el arrayán, el algarrobo, la lenga, el coigüe, el ciprés, por ser demasiado anchos. Los que están muy altos, como el alerce, son sacados por impedir la movilización del espacio aéreo y opacar a los edificios. La luma es una excepción para evitar la proliferación del canelo.


Se arrancan las plantas silvestres, las malezas, las hierbas medicinales y el pasto como si molestaran la visual; esta norma no permite la germinación y crecimiento del reino vegetal para no manchar las veredas de la ciudad.


Instalan pasto sintético para las canchas “come piernas”, y también en otras áreas para no regarlas. Las flores son de plástico al igual que los pinos navideños, la fotosíntesis se viste de baquelita, goma o pvc.


Si hay cementerios, parques vestidos con naturaleza, la ciudad debería estarlo más aún, y así cuando el invierno traiga el verdor de sus pastos, y la primavera su colorido floral junto al canto de los pájaros, den testimonio de ello los habitantes urbanos; tampoco sufran la restricción de verde quienes en otoño guardan una hoja roja en su libro favorito, ni quienes disfrutan la sombra de un parrón o de su querido árbol en verano.



Escrito por:

Christian-Ponce-Arancibia


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