¿HISPANOAMERICANOS?
¿Quién soy, cabecita oscura de cabello rebelde, de estatura
mediana y rasgos que no se dicen bellos?
Mi cerebro confuso piensa y se remonta a los ancestros
europeos, cuando desplegaron sus velas desde Puerto de Palos,
y por fin arribaron a las costas de este continente verde y colorido.
Tan solo quinientos años… “La nada misma”.
Ellos agrandaron los ojos y las manos, soñando con las Indias
y se presentó este paraíso cuajado de pájaros multicolores
y máscaras de oro y todos los metales; con sus ritos y dioses.
¿Qué pasó con esta mezcla de seres evolucionados, hijos de culturas
milenarias, viejos en historias oscuras de reyes y tronos
conseguidos por invasiones y guerras, con lanceros y sangre
de soldados anónimos?
¿Qué es esta amalgama de ojos pardos, cabello castaño y tez
agitanada que vinieron de la vieja Europa, trayendo el aire
y la letra de Castilla, sus caballos pegados a sus yelmos?
Que nos enseñaron de la cruz y sus misterios, y también
la arrogancia y otros defectos.
¿Quiénes somos, habitantes de una tierra que tiene todos los
climas y colores; todas las montañas, mares y ríos
repartidos en una angosta fosa de este Nuevo Continente?
¿Y qué de los misterios indígenas que vinieron antes en piraguas
atravesando el maldito estrecho, o quizás desprendidos de un
trozo de hielo por el norte, siglos atrás cuando se rompieron
los continentes?
¡Ah!... Ellos ya estaban aquí y aportaron la fuerza indomable,
el amor a la tierra, el alma pura y el sonido de tambores
ancestrales que no acallarán.
Y así formamos Chili, Tierra del final del mundo.
Ahora estoy clara, mi confusión se despejó.
No somos poca cosa, ¡somos los chilenos!
Raza de hermanos.
¡Hijos de Madre Grande!
Escrito por:
Helena-Herrera-Riquelme
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